Por: Elcie Gonzalez para People Music
La reciente presentación del clásico Giselle del Ballet Nacional de Cuba en la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes, de Puerto Rico, logró constatar una vez más, el por qué la crítica especializada ha considerado esta interpretación del BNC, entre las más logradas por su impecable ejecución danzaría e interpretativa, concebidas en una sugestiva y deslumbrante versión dramática que ha trascendido, los gustos más exigentes a nivel mundial y ha consagrado a su excelsa directora, y bailarina, la Gran Alicia Alonso.
La primera sesión del espectáculo, pautado para las 8 y media de la noche del sábado, convocó a un público diverso que desde las primeras horas de la tarde se mostró anhelante por arribar al teatro y poder disfrutar de la famosa puesta en escena del ballet cubano, en esta ocasión protagonizada por los jóvenes y talentosos, primeros bailarines, Viengsay Valdés, Anette Delgado, Dani Hernández, Ernesto Díaz, Ginett Moncho y Cynthia González, acompañados por los solistas y el cuerpo de baile.
Solo escasos minutos, después de la hora señalada para el comienzo del espectáculo y correrse las cortinas, la sugestiva escenografía y la música, lograron transportar de inmediato a la audiencia a un tiempo remoto y bucólico de gráciles y tiernas doncellas campesinas que descalzas, danzaban en medio de un exuberante y romántico bosque , tal y como cuenta la leyenda popular , del gran poeta lirico alemán , Heinrich Heine basada en los relatos de la tradición oral de campos y aldeas de la Europa central y que luego sirvió de leitmotiv para el tema del ballet Giselle, creado por el poeta francés, Théophile Gautier.
En medio de esta atmosfera, durante el primer acto, se destaca la visión de una bella y joven campesina ( Viengsay) y su enamorado, impostor, Albrecht (Dani Hernández), ambos se encuentran, se enamoran y se comprometen a través del baile que es expresión y lenguaje de su amo,r en tanto, el tenaz guarbosque, Hilarión (Ernesto Díaz), se esfuerza también, pero inútilmente por conquistar a Gisselle, mientras su madre y las jóvenes aldeanas intentan proteger a la joven de su propia fragilidad.
No hay palabras exactas para describir el sincronismo, la armonía, el colorido y el histrionismo de este primer acto. Quién sabía del argumento de esta popular leyenda germana, lo podía percibir, quien no; lo captaba a través del baile incesante y perfecto de los bailarines que describían y dibujaban sus pasiones en cada trazo de sus movimientos. Así la historia de este infortunado amor medieval cobra vida en medio de una coreografía fantástica y a la vez, real que tuvo su clímax sobre todo en el pasaje que narra la locura y muerte de Giselle al descubrir, mediante el rechazado Hilarión, el engaño de su amado y en el cual la protagonista se luce magistralmente.
Luego de un intermedio de casi quince minutos, dio comienzo al segundo acto que aún si fuera posible y sin dudas, lo fue; superó en belleza y perfección al primero en tanto que es protagonizada por la presencia de las famosas “Willis”, espíritus de las jóvenes que son abandonados por sus amantes antes de llegar al altar para llorar su pena y buscar venganza a través del baile, en medio de la noche del bosque. Y en este místico y sobrecogedor entorno, el amor vuelve a danzar, esta vez, en el cuerpo de bellos y etéreos espíritus o bailarinas espectrales, entre las que Giselle volverá a reaparecer, inaccesible y etérea, para defender e inmortalizar su amor imposible.
El espléndido lucimiento de esta parte en el logro de memorables solos y “bourrées” y “jetes” o los pas-de-deux”, entre otros movimientos y pasos de ballet como los increíbles “fouettés,” especialmente, por parte de la Viengsay Valdés y su contrafigura (Dani Hernández), quien debería permanecer bailando hasta el amanecer, acompañado por Giselle, para no morir, atrapado por las Willis, complementado por las ejecuciones impecables, perfectas, de las bailarinas “Willis”, que lo persiguen, lo cercan y hostigan mediante un baile incesante que , por momentos, se torna, amenazante y otras se desliza suave y etéreo como fugaces destellos de cuerpos en el aire que sugieren la voluptuosidad del cisne es imposible de, describir con palabras, pero fue altamente apreciado por un público que no pudo evitar aplaudir y ovacionar ante cada aún, ante cada uno de esos prodigios escénicos( saltos en punta, sincronizados movimientos y piruetas en el aire), de los bailarines del Ballet Nacional de Cuba.
Fue para todos una noche de excelencia y de plácemes, que tuvo también otro momento culminante cuando al final del segundo acto, apareció en escena, la Prima Ballerina Assoluta, fundadora y directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, ícono y figura cimera del ballet clásico iberoamericano, acompañada por una sonriente y sencilla Viengsay, ya despojada de su gran virtuosismo escénico, junto al también excelente primer bailarín, Dani Hernández y saludaron con elegancia a la audiencia y al cuerpo de baile mientras eran homenajeados con hermosos ramos de flores y recibían una cerrada ovación del público, arrobado y puesto completamente, de pie.
El Ballet Nacional de Cuba está considerada por la crítica especializada como una de las más prestigiosas compañías danzarías y ocupa un lugar prominente en la cultura hispanoamericana contemporánea. La interpretación y coreografía de bailes clásicos del ballet como la propia “Giselle”, “El Lago de los Cisnes”, “La Bella Durmiente del bosque”, “Don Quijote”, entre varias, le han ganado prestigio y celebridad en los más famosos escenarios del mundo.
Entre los logros de esta puesta en escena del clásico “Giselle” por el BNC, se destaca la concisa narración, la homogeneidad estilística y el equilibrio dramático y coreográfico lo que ha contribuido a que esta versión se considere entre las más logradas del repertorio internacional.